AUTORES: Arcardini. Sofía; Barg, Alicia; Gutiérrez, Beatriz; Valla, Isabel Colaboradores: Borobio, Graciela; Nacif, Roxana

I- INTRODUCCIÓN

Pensar juntos como punto de partida.

Diálogos clínicos es el nombre de la actividad que nos convoca. Alude, en principio a dos ámbitos: el que se da entre colegas y el que se da entre pacientes y terapeutas.

Entre paciente y terapeuta la construcción del análisis es posible por la presencia de ambos, por  la historia que pueden recrear juntos, pero también por la nueva historia que entre ambos pueden ir armando.

Entre psicoanalistas implica aprender a escucharnos en los diferentes modos que tenemos de pensar, de entender, por incidencia de teorías que resaltan diferentes puntos de vista. Diálogo, supone en principio a dos partes, pero aún en el ámbito profesional entre pares, no estamos exentos de dificultades. A veces se convierte en un monólogo que puede encerrarse en sí mismo defensivamente, excluyente de otros. En otros momentos en cambio, no hay una sola propuesta y cada propuesta transcurre sin que sea posible establecer algún nexo entre ellas. Sin embargo, a pesar de todas las diferencias hay algo que nos unifica,  el deseo de comprender, en la convicción de que es partir de estas diferencias que es posible realizar otras síntesis, otros modos de entender.

En el último tiempo quizás hay dos vértices que se enfatizan en el ámbito del psicoanálisis vincular: un vértice que entiende que  lo que ocurrió en el pasado ayuda a entender el posicionamiento o modo de vivir actual y el otro vértice en cambio, entiende que lo que se da en el presente, lo que se presenta a nuestros sentidos es lo que  nos ayuda a encontrar alternativas creativas y novedosas al sufrimiento.

Estas perspectivas también son con las que nos enfrentamos, en nuestra institución, al dialogar sobre el material clínico.  Para graficarlo queremos compartir con ustedes la observación de un momento de nuestro funcionamiento como grupo en una de las reuniones destinada a intercambiar acerca de lo que pensábamos del capítulo del libro  de Joyce McDougall En una de dichas reuniones, la impresión que surgió en algunas colegas era que el funcionamiento del grupo estaba en consonancia con el material clínico que se estaba discutiendo: “Un cuerpo para dos”. En ese momento de la discusión, parecía que  el psicoanálisis vincular como teoría  no hallaba un espacio discriminado  dentro del cuerpo psicoanalítico original. Era difícil poder pensar desde una mirada discriminada de otro saber, el que le dio origen, como quizás ocurrió en Mendoza cuando empezamos a estudiar los vínculos desde una perspectiva psicoanalítica. Todo esto además, fue dramatizado desde lo gestual y corporal, en donde una de las colegas se dirige a la otra y le dice “no me empujes”,  recibe como contestación “es que no me dejabas ver…”. ¿Superposición en el espacio?, ¿necesidad de más espacio para encontrar un lugar para cada una?, ¿para cada forma de pensar? ¿poder separarse de los orígenes, de los maestros para poder habitar la propia historia?….

De algún modo, nuestras vivencias estaban en afinidad con lo que queríamos entender del material clínico. Pero también  diferentes perspectivas teóricas estaban en juego. Cada una tenía que encontrar su espacio para poder ver y pensar cómo abordar un material relatado por una analista del proceso de su paciente, desde un enfoque vincular, sin confundir que un nivel es el trabajo de analista y paciente con el mundo interno de la paciente, de las conjeturas que podemos hacer pensando  en un nivel intersubjetivo,  el vínculo de la analista con esta paciente. Diferentes miradas habitan nuestro trabajo, hemos querido respetarlas y darles lugar en este trabajo.

Conforme a lo que hemos dicho, podemos enunciar además que lo que observamos del vínculo entre Georgette y su analista, tendrá particularidades diferenciales de otras observaciones, ya que nuestra mirada está enmarcada en un determinado contexto institucional y en un tiempo  histórico particular. Algo de lo presente dado por el material clínico  y algo de la historia contribuyen a configurar nuestros puntos de vista.

Además, nos parece válido aclarar que desde nuestro abordaje de este vínculo, tenemos el relato en toda su extensión temporal, del inicio al final. Quizás esto nos permita comprender las cosas de otro modo, ya que el conocimiento de la totalidad nos permite enriquecer cada tramo desde el comienzo, que en el caso de las protagonistas del relato clínico que estamos observando, iban descubriendo sin poder contar con el desenlace,  además de estar impregnadas por la urgencia de los sentimientos y con la carga de la incertidumbre. Sin embargo es precisamente en las sombras, en lo no sabido o pensado  lo que les permitió encontrar los gérmenes de lo nuevo, de lo creativo lo que puede ayudar  a dejar el territorio de la repetición.

II-NUESTRO ACERCAMIENTO A LA CLÍNICA

1-La construcción de una nueva envoltura:

Veamos las vicisitudes de Georgette y su analista. Ya desde la primera entrevista, el cuerpo de Georgette entra en escena, con un modo mudo de expresar a la analista su sufrimiento. Más allá de lo que se desplegaba en su escenario interno, queremos observar el nivel intersubjetivo, aquel dado entre la terapeuta y la paciente.

En el primer encuentro,  en la percepción inicial de la analista de la paciente, advierte que oculta lo femenino y adulto, recubierto con su forma de vestirse con una falda de grueso tejido y calzado juvenil. Nos hace recordar a los “Prisioneros de la piedra”, esculturas incompletas de Miguel Ángel, en donde parece que los  personajes tallados deben franquear una gruesa pared de la roca para poder salir a la vida. El grosor de la cubierta, nos hace presumir todo el trabajo que requiere, pero también nos ayuda a ver la posibilidad de la analista en poder intuir la riqueza oculta, a pesar de las barreras infranqueables que Georgette le interponía.

Esta forma de presentarse de Georgette es acorde al uso del espacio en el consultorio: “se coloca en una esquina del sofá, como dejando espacio para otros…”. No puede hacer uso de todo el lugar disponible para ella. Esta situación planteada en la realidad, era reflejo de lo que ocurría en su mundo interno, restringido en su subjetivación. En los contenidos que aborda luego en la entrevista, están aquellos que se ve impedida de abordar, en especial lo referido a su cuerpo y vida sexual, ya que ambos le resultan repugnantes. Allí también aparecen espacios en blanco. Por otra parte, cuando entra al consultorio, se desploma al momento de sentarse, indicando que no puede dar sostén a su propia estructura. Restringida en su espacio y sin sostén, sostén que buscaba y que debía ser construido.

¿Qué ocurre en este vínculo entre la paciente y su analista? ¿Cómo se empieza a desplegar algo diferente? Quizás lo más llamativo se da cuando la terapeuta al concluir la primera entrevista, puede dejar lo establecido previamente. Le había anticipado, antes de realizar  la primera consulta que no podría realizar un tratamiento antes de un año. Era un modo también desde la terapeuta de dejar encerrado al tratamiento por un plazo de tiempo, quizás al modo de los prisioneros de la piedra, sin poder salir a la realidad.   La respuesta corporal de Georgette, como un grito silenciado de enojo y a la vez pedido de ayuda, era elocuente en su manifestación ante lo que sentía como rechazo. Pero pudo ser escuchada y ser mirada. Allí surge un movimiento creativo, la analista  deja lo preestablecido, para lanzarse a un futuro que permita el despliegue del trabajo terapéutico, ya no quedaba prisionero del tiempo.

Lo establecido en el pasado era excluyente de las necesidades de Georgette, no sólo lo que había planteado la analista, sino su pasado remoto, donde sus necesidades  no podían ponerse de manifiesto. Sólo tenía espacio como réplica de las necesidades de los adultos. En ese espacio de la sesión, la paciente con su comunicación corporal, y una analista abierta a escucharla,   permitió crear algo: un espacio común y compartido en el que ambas podían tener cabida. En ambas hay una ruptura con el pasado. A la paciente le permite ser escuchada y contenida y la terapeuta deja de lado un antes, donde no era posible continuar  con la paciente y puede abrirse a otra propuesta: le daba otra entrevista. Es la apertura hacia otro desenlace en el vínculo: es posible crear un espacio para dos.

¿Qué es lo que ayuda a configurar esta escena? ¿El modo construido desde el singular mundo interno de la paciente que se despliega con la terapeuta? ¿Lo que ocurre entre la paciente y la terapeuta en el presente? Ese mundo interno se constituye de un modo particular por haber nacido en una familia con sus características, y en un contexto social e histórico determinado. Son varias opciones para pensar, las dificultades de subjetivación  pero también incide lo que se construye en el vínculo terapéutico entre ambas. Presente y pasado, perspectivas que enriquecen y ayudan a comprender.

Veamos los efectos que tiene la respuesta de la terapeuta. La continencia, el ser alojada por la analista y no dejarla librada a un cuerpo sufriente, quizás fue lo que facilitó el movimiento en la segunda sesión.

Georgette trae dos sueños. Al sentirse contenida, ella puede albergar imágenes en su interior. Encuentra un hospedaje. Bordelois, nos recuerda que la palabra hospital viene de hospedaje, que contiene en unos de sus sentidos una connotación de alienación. Se le ofrece un lugar de contención de sus cosas locas y la posibilidad de curación. Esta nueva situación permite la emergencia de  otros recursos de la paciente. El relato de sus vivencias pueden ser contadas de manera onírica, expresando una transformación en el modo de transmitirlas.

Los problemas surgen cuando el pasado invade el presente, a través de historias de desamparos que capturan el  cuerpo de Georgette retenido en esas historias, causándole diversas sensaciones: de invasión, de asfixia, de evitación, rabia… La analista  percibiendo  los escenarios planteados por la paciente, invadidos de tanta presencia de madre, intenta poner al padre en la escena. Se observa cómo la terapeuta  pone en evidencia vínculos no discriminados cuando ella misma confunde a la abuela materna con la abuela paterna. Estas reflexiones nos muestran puntos en el relato que hace la analista, marcando de algún modo fracturas en la continuidad. Frente a algo repetitivo, surge la duda de la terapeuta, quizás estimulada por el impulso de querer encontrar otros rumbos para investigar. Intenta encontrar salidas de un circuito ya conocido y repetitivo. Quizás  la posibilidad de poder pensar y plantear las propias dudas, el sentir la invasión de personajes, confrontar la propia ignorancia, es lo que permite proponer otro modelo más opaco, diferente de la certeza que excluye cualquier modificación.

En este intercambio se pone en evidencia que la analista no es solamente un objeto interno para la paciente, sino que desde su propia singularidad presente en el vínculo, produce efectos, fisuras que ayudan a fragilizar un relato muy compacto. Según Nassim Nicholas Taleb en su libro Antifrágil, nos muestra cómo el crecimiento es posible cuando es posible dejar el camino previsible. Lo antifrágil es estar expuesto a cierta fragilidad.

Por otro lado, la analista decidió no tocar demasiado la dimensión somática de su paciente, ya que el hacerlo podía ser vivido como invasor por Georgette. Esta renuncia a tocar ciertos temas, también permitió incorporar un modelo diferente. Georgette podía no ser invadida. De este modo, el vínculo con la analista, no sólo como reflejo de su mundo interno, permitió ir creando otra envoltura.

La paciente sólo concebía un cuerpo para dos, a la vez que le generaba vivencias de algo invasor, de algo pegajoso de lo que no se podía desprender. Es llamativo el nombre que entre ambas acuerdan ponerle en el espacio terapéutico a la paciente: Georgette. Es el nombre de una tela espumosa, cuyo nombre la paciente no podía encontrar, ya que quería hacerse una blusa. Era la misma tela de un camisón de la madre, que usaba para los amantes, y que Georgette tenía prohibido tocar. A la vez era el género de un pañuelo que la madre le había dado y que siempre la acompañaba. Lo que estaba siempre y lo prohibido debía resolverse para que ella pudiera acceder a una blusa propia, para lograr un entorno, una piel propia y no ya de su madre.

Los griegos, llamaron sastres en algún momento a los médicos, aludiendo a aquellos que podían coser las heridas, o como en este caso, hacer algo a medida del propio cuerpo.

2- “Escuchando los teatros del cuerpo”

La historia de esta paciente, muestra “una extrema vulnerabilidad psicosomática”. De todos modos, en el desarrollo del análisis, se observa que van cambiando estas reacciones psicosomáticas, por fantasías, sueños y comienza a simbolizar, ya que el objetivo de todo tratamiento es que el paciente comience a simbolizar.

Según Liberman cuando las vivencias no pueden ser contenidas y metabolizadas,  buscan en el propio cuerpo un intento de función materna, un intento de encontrar un continente. Por esto pensamos, que la relación de la paciente con la terapeuta, es en el primer tiempo del análisis una relación simbiótica que le permite a la paciente tener la contención que no tuvo en su historia de donde intentó encontrar infructuosamente refugio en su cuerpo. Esto lo podemos apreciar cuando por un lado, la paciente le dice “qué hizo con mi cara,  en ocasión que la terapeuta vuelve de vacaciones  con la cara bronceada, y por otro lado, la terapeuta tiene una confusión, y no sabe cuál es “la abuela ángel”, ¿madre de quién? Los límites entre ambas se vuelven difusos, en una unión que no las discrimina. Sin embargo al sentirse alojada, logra con el tiempo llegar a la fantasía y puede simbolizar el cuerpo sufriente. Esto concuerda con lo que se observa a menudo en el trabajo con pacientes psicosomáticos: no logran fantasear, jugar, soñar, en la expresión de sus afectos.

Según Liberman, “… el logro de funciones simbolizantes dependerá de la interacción entre:

-Un aparato psíquico debidamente equipado madurativa y emocionalmente, para desarrollar movimientos proyectivos de contacto, expresión, exploración y ligazón significativa;

-Un agente materno presente que, a partir de su propia capacidad simbólica, pueda significar los movimientos proyectivos del bebé y que al ofrecerse como objeto de sostén afectivo y como objeto para ser investigado emocional y sensorialmente, mediatice el aprendizaje de la realidad humana y material…”

Ya avanzado el análisis, en la vuelta de las vacaciones, Georgette muestra que ha logrado apropiarse de su cuerpo, comenta con alegría que disfrutó de esa temporada y los alimentos provenientes del mar (éstos que antes le producían alergia) ahora podía asimilarlos.

Podríamos sintetizar que en el capítulo XI “Los frutos de madre”, la analista le ofrece a la paciente un paquete de información que condensa en sí acontecimientos del cuerpo, de la mente y de sucesos en el mundo externo, con distintos objetos, en distintos tiempos y espacios.

III- A MODO DE SÍNTESIS

Pensando en el vínculo:

En el Grupo de discusión, desde el mismo título del texto:”Un cuerpo para dos”, se debatió sobre lo individual y lo vincular, como si hubiera una brecha y no una estrecha relación de comunicación y construcción entre ambos. No sólo es el mundo interno de la paciente, es el encuentro en un vínculo de paciente y analista.

Marcos Bernard, en su libro “El trabajo psicoanalítico con pequeños grupos” al analizar la transferencia y contratransferencia, menciona a los Baranger en el análisis que realizan sobre la relación paciente- analista, quienes hacen referencia a una “fantasía de pareja”.

Dice M. Bernard que M. y W. Baranger elaboran algunos trabajos que sostienen la posibilidad de tratar en términos de vínculo el entrelazamiento de los componentes, tanto transferenciales como contratransferenciales, configurándose una “fantasía de pareja”. Estos autores describen a la situación analítica como un proceso dinámico en el que el analista  participa, no sólo registrando e interpretando como  alguien neutral, sino que paciente y analista están ligados de manera complementaria. Puede decirse que son mucho más que dos, ya que ambos contribuyen a estructurar una fantasía de pareja en la que ninguno puede ser comprendido dentro del contexto sin el otro.

Está claro que los autores se refieren a un campo que se forma en ocasión de la sesión, y dura lo que ella. Para ellos, la observación del analista, debiera dirigirse a  la observación de este campo. El campo a que se hace mención es descripto en términos espaciales (la distribución del diván, el sillón, etc.) y temporales  (la secuencia de las sesiones, las vacaciones, etc.). La base de este campo es una fantasía: “Lo que estructura el campo bipersonal de la situación analítica es esencialmente una fantasía inconsciente: pero sería equivocado entenderlo como una fantasía inconsciente del analizado solo, […] No podemos concebir la fantasía básica de  la sesión –o el punto de urgencia- sino como una fantasía de pareja (como en psicoterapia analítica de grupo se habla de “fantasía de grupo”, y con mucha razón). La fantasía básica de una sesión no es el mero entendimiento de la fantasía del analizado por el analista, sino algo que se construye en una relación de pareja. No dudo que en esto ambas personas tengan un rol distinto, ni de que sería un absurdo peligroso de parte del analista imponer su propia fantasía en el campo, pero tenemos que reconocer que para una “buena” sesión, tienen que coincidir la fantasía básica del analizando y la del analista en la estructuración de la sesión analítica”. 

Como síntesis podemos decir, que en el caso clínico que nos ocupa en este trabajo, la fantasía construida a partir de la propuesta de Georgette, se articula con lo que se genera en su analista y de este modo se construye el vínculo necesario para un abordaje terapéutico.  Este encuentro estructura un campo en donde confluyen las fantasías de ambas y es lo que permite sustituir una envoltura de sufrimiento corporal en un sostén real y vital.

IV- Bibliografía:

  • Bernard, M. (2006), El trabajo psicoanalítico con pequeños grupos, Buenos Aires   Lugar Editorial, 2006.
  • Bordelois, I. (2009), A la escucha del cuerpo, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2009.
  • Kaës R., (2007), Un singular plural. El psicoanálisis ante la prueba del grupo, Buenos Aires, Amorrortu, 2010.
  • Liberman D.(1982), Del cuerpo al Símbolo. Bs. As. Ed. Kargieman, 1982.
  • Taleb, N. (2013), Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden, Buenos Aires, Paidós, 2013.
  • Scharff, D y Vorchheimer, M. (2017), Diálogos clínicos sobre psicoanálisis con familias y parejas, Buenos Aires.

 

[1]             Sitio web: www.parejafamilia.grupo.org.ar

[2]             Correo autores: sofdeboc@hotmail.com; alicia.barg@yahoo.com.ar; betigut9@gmail.com; isabellavalla@gmail.com

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Asociación de Psicoanálisis de Pareja, Familia y Grupo (Mendoza) web: parejafamiliagrupo.com.ar

-Isabel Valla de Domenech  isabellavalla@gmail.com. -Alicia Barg  alicia.barg@yahoo.com.ar

-Beatriz Gutiérrez betigut9@gmail.com -Graciela Borobio borobiograciela@gmail.com 

-Roxana Nacif rinacif@yahoo.com.ar -Sofía Arcardini de Boccardo  sofdeboc@hotmail.com

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